lucas mondstein
Siempre envidié la confianza con la que los otros hombres, los normales, afrontaban la vida. El mundo era un lugar que les fue dado para que ellos cogieran con sus manos abiertas todo lo que pudieran abarcar. Con los dedos de esas mismas manos podían acusar a hombres como yo. Apuntar a nuestras deformidades. Acusar las diferencias.
2 comentarios:
Me recuerda mucho esta historia al jorobado de Notre Dame.
Saludos
La diferencia ante el otro...
La verdad es que pensaba en ser mujer y la inseguridad de tener que demostrar constantemente que vales :)
Publicar un comentario