4.6.10

la casa encendida

la casa encendida (5)

Los ojos a los que el espejo devolvía la mirada se desencajaban por la atracción que el miedo ejercía en ellos. Era como si se estuvieran sondeando desde el revés y a la vez del envés del cristal. Estaba allí parada de noche con la luz herida de un flexo agonizante. El zumbido de la bombilla, la respiración acelerada, eran los únicos sonidos que la oscuridad toleraba. Por eso fue fácil oír el ruido de los frenos delante de la casa. Pasos apresurados que bajan de un coche aún en marcha. Golpes que hacen temblar la puerta. La mano aterrada que de forma inconsciente censura la luz, aunque no tan rápido como para que los de fuera no se dieran cuanta. Alguien retrocede tomando impulso. Hombro y hombre envisten contra la puerta. Después una patada seca en la cerradura. Ella se acurruca contra la pared. Entran. La agarran. La arrastran. La casa se enciende como una antorcha. La casa encendida escupe fuego. A ella ya no le importa lo que deja tras de sí, nada le importa dónde va. A partir de este momento la vida que tuvo está muerta. ¿Descanse en paz?

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Gracias Pero No Gracias por Ornelia Cabrera se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.