perdidos (4)
Los perdedores de la ciudad que estaba a punto de abandonar se reunieron una noche a decidir cuándo debían entregarme. Podían sacar una buena tajada. No importaban la cantidad de hermanamientos hechos alrededor de una botella casi vacía. De mí no sabían mucho: lo que bebía, dónde lo bebía y a qué horas. Eso bastaba para dar el soplo.
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