Al principio la gente viene con un ritmo aprendido a golpe de calendarios de piedra, horarios de hielo, grabado con los fuegos del capitalismo...Llega un punto, no obstante, dependerá siempre de como sea la persona, de la necesidad de control que tenga, o de la capacidad de adaptación que tenga, en que Haití te dará una lección. Depende de ti si ha de ser por las buenas o por las malas. Es una enseñanza basada en la evaluación continua, lo que se te queda tras miles de retrasos, ruedas estropeadas, esperas dilatadas, baterías que no arrancan, motoristas que te estafan, carteristas mal disimulados, gente que te señala por la calle,que te grita lacón sincero asombro (cada vez) "Blanc", como si de verdad fuera la primera vez que ven a alguien de otro país. Ya te digo que es un aprendizaje que se asemeja a la erosión. Uno llega lleno de aristas, un diamante en bruto y acabas concha redondeada tras miles de choques contra la arena y las olas.
El punto de no retorno dependerá de cada persona. De su humildad y de la resistencia que ponga (y que tenga). Hace falta tener un pie en la tierra y una mano en el corazón. Para aceptar que uno solo no pude cambiar toda la mentalidad de un país. Que por mSas que te enfades las cosas no van a ser diferentes, solo porque tu estés acostumbrado a horarios que se cumplen, a transportes que funcionan, a comida que no te da cólera ( al menos no del asiático), a no ser el centro constante de las miradas y de todas la grandes, desmesuradas expectativas que se crean en torno tuyo, por algo tan arbitrario como el color de tu piel...
Así pues, quizá ahora que ya se ha operado en ti ese cambio, por fin comprendas lo que un día quise decir ( a modo de profeta de la risa) al expresar: " Quiero ser testigo de lo que Haití hace contigo".
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