Estas solo al otro lado de la puerta. Y sin embargo, lejos, como solo puede estar lo ajeno. No diré lo prohibido. A estas alturas ya no pido permiso por nada, por nadie.
Quisiera a veces ponerte un nombre propio. Crear un universo mínimo donde fueras mio, enteramente mio por un minuto o dos. Lo suficiente para que mi voz emita un sonido que te llame, que reconozcas, que aceptes.
Te das la vuelta. Buscas. No me ves inmediatamente. Tu vista ha de acostumbrarse a lo desconocido. Quizá te resultara mas fácil si otro estuviera mirándome. Entonces si. Querrías enmarcarme, ponerme incluso un nombre propio, que solo tu supieras llamar. Como sucede unicamente con lo que sabemos ajeno.
Quisiera dejarme llevar. No oponer resistencia. Aunque se que al final me negare ese permiso que no pido, ni busco. El tiempo que nos queda es el único posible. El suficiente para nombrarnos.
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