e.s.a.
Lloraba desconsoladamente en un rincón, casi hecha un ovillo. Sabía que no había nada que pudiera decirle hasta que se calmara, más que quedarme a su lado, darle cariño con mi presencia. Cuando las lágrimas remitieron, le pregunté:
-¿Te ocurrió algo? ¿Te sientes mal?
-No... Si estoy bien.
-Ya. Ya se nota. ¿Por qué lloras entonces?
-Es que...-dijo con un hilo de voz a punto de quebrarse- me acabo de enterar de lo de los agujeros negros.
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