Las bombas habían cesado con puntualidad de fábrica. Era la hora. Poco a poco todos fuimos llegando, algunos sucios, otros sangrando; la mayoría con el antifaz que la vida te va grabando a fuego en tus arrugas, que son las únicas páginas de tu biografía, si es que alguien tiene interés en leerla. Era otra noche más, en nada diferente de la anterior. El día había transcurrido como los últimos. Nadie recordaba un tiempo anterior cargado de gloria. Nadie recordaba quién solía ser en tiempos de paz. Había quién llegaba a dudar de sus propios recuerdos. Nada había que decir. Los pasos nos conducían allí cada noche. No importaba quién hubiera muerto entre tus brazos ese día. Ni aún cuando tú murieras ante tí todas las mañanas delante del espejo, sabiendo que no había nada que salvar. Íbamos allí simplemente. No era por lo que tuvieran para beber, ni por la música. Íbamos allí porque allí es donde iban los que quedábamos. Cada día un poco menos vivos, quizá no tan enteros, a veces ni siquiera en pie, pero allí estábamos. La guerra era cruel, pero no conseguía detenernos. Pasaba siempre, cada noche, en cada ciudad, cada fin de semana, en cada uno de los tugurios preferidos, aquellos al que un día declaraste fidelidad, tú, que nunca fuiste fiel a casi nada.
2 comentarios:
A veces hacemos cosas simplemente por mantener las costumbras... Feliz y venturoso año 2009. Abrazos
Dices tanto... una historia en una cita. "No importa quien hubiera muerto entre tus brazos ese día"...
Publicar un comentario