20.1.14

doñita

llámame Doña
Hay un antes y un después en la vida de cualquier ser humano: el fatídico primer momento en que te dicen señora o señor. Normalmente el improperio sale de los dulces e inocentes  labios de un niño, que lo dirá sin malicia (creemos), y eso es lo peor de todo... En mi caso la historia pudo haber sido en una panadería, un domingo cualquiera, por la mañana...El niño diría algo así como, "le toca a usted, SEÑORA..." quizá intentando, la criatura, parecer educada. A mi me dieron ganas de contestarle, a mi vez, "señora, tu PUTA madre...", pero también por tratar de parecer educada me contuve. Era demasiado temprano, de todas maneras. Me pilló desprevenida, sin un apuntador que me soplara la respuesta adecuada.
 Tras el estupor (y temblor) inicial, tras reflexionar cómo veía yo a los treintañeros cuando tenía diez (o incluso quince), acabé por aceptar lo inevitable. Ya puestos, encuentro más ridículo que me llamen señorita ("ni que fuera una institutriz inglesa", contestaría yo en la panadería, pero no es plan el dar un mítin feminista cada vez que voy a comprar). Ya puestos, prefiero que me llamen señora. Que el trato formal o respetuoso que me den no venga determinado  por mi relación con un SEÑOR. Así que, llámame Doña.

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Gracias Pero No Gracias por Ornelia Cabrera se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.