23.6.10

petra

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Mi abuela Petra llevó casi toda su vida un pañuelo. Su marido, Marcial, antes de partir a la guerra la llevó a la Iglesia de los Dolores e hizo la promesa de que si él regresaba con vida, ella vestiría para siempre de negro. Regresó Marcial del frente, más marcial que nunca y del armario de Petra se desterraron para siempre los colores. Ella no era de las que se quejan. Aceptó el decreto con humildad y lo mantuvo aún después de que toda promesa hubiera prescrito. Parecía más jordana que la ciudad nabatea que le daba nombre. Menuda, el oscuro no hacía más que acrecentar lo diminuta que era. Coco Chanel, para quien nunca se estaba demasiado delgada, ni se tenían suficientes vestidos negros, hubiera aprobado su estilo. Hoy día Petra quizá hubiera sido mal vista en algunos lugares públicos de nuestro país, por llevar pañuelo. Los que intentaran protegerla contra la opresión que el velo supone, quizá la agredieran de una forma más profunda, por tratar de salvarla, de hacerle cambiar sus convicciones sin pedirle permiso. La historia de Petra y Marcial es real. Sucedió en Lanzarote, tan sólo hace dos generaciones. Mi abuela pudo haber roto su promesa, si hubiera querido. Pero no lo hizo. No lo hizo siquiera una vez que él ya no estaba. Por lealtad. Yo me crié viéndola siempre vestida de negro. Sólo fue al final, cuando estaba muy debilitada por la guerra contra el Alzheimer, que permitió a sus hijos que le pusieran otra ropa más fresca, de medio luto, nunca nada chillón. Verla sin pañuelo suponía que estaba enferma, que ya no era ella misma, que tiraba la toalla frente un oponente más fuerte. ¿Era su pañuelo un signo de la opresión machista? Puede ser. Pero creo que detrás de los símbolos están las personas, y sus motivaciones son siempre más complejas de lo que los absurdos debates quieren hacernos creer.

2 comentarios:

Reina del Mango dijo...

La última palabra la tiene la que se pone el pañuelo, man que nos fastidie. Brrrrravísima.

Anónimo dijo...

Me encanta la entrada.

Uno cuando crece no es conciente de lo que ocurre a su alrededor, ni de lo que mama de quienes le rodean. Sólo cuando analizas tu vida retrospectivamente (y si eres analítico) te das cuenta de esas cosas.

Abuela hoy día es un ejemplo de humildad, cariño, ternura, fidelidad y hasta, quién me lo iba a decir, coherencia ideológica.

A veces no hace falta buscar referentes en los libros ni en los diarios.

Besos darling,

t tb ers 1rfrnt xa m.

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Gracias Pero No Gracias por Ornelia Cabrera se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.