el soberbio orgullo de los solitarios

el soberbio orgullo de los solitarios La revista domical de mi periódico de cabecera retrata a una hermosa mujer en un cruce de caminos. Calzada con sonrisa tímida, mete las manos en los bolsillos por no saber quizá qué hacer con ellas. El titular del artículo estrella de esta semana reza: " Estoy sola, ¿y qué?" (cierre de comillas). Aún no lo he leído. No sé de qué lado han decidido abordarlo. La verdad es que los domingos suelen ser días de encuentro con la familia que uno ha ido recolectando por las aceras de la vida, por eso de que "madre sólo hay una y a ti te encontré en la calle"... Así, sin leerlo, como digo, el conjunto me sugiere este título: "El soberbio orgullo de los solitarios" . Yo, que he estado mucho tiempo sin pareja, que no necesariamente sola; y de igual modo "sola", aunque emparejada. Que he teorizado innumerables veces con amigas y amigos sobre el tema de las relaciones, (el cual se ha convertido en la religión moderna en la que todos profesamos como teólogos, vestales y sacerdotes, según el ánimo y las circunstancias), puedo llegar a decir lo siguiente: no hay solución. (Punto y seguido). Y diré por qué. Somos humanos (unos más que otros). Nunca estaremos conformes. Aún pudiendo sentirte solo como una rata defenderás tu independencia con uñas y dientes, porque es la coraza con la que hemos aprendido a defendernos de malvadas brujas que quieren arrinconarnos con la etiqueta de solterona. Si cayera la armadura, y todo funcionara en plan Cenicienta, te darías cuenta de que a lo mejor, en realidad no te gusta ser princesa y te va más la República. O que, a pesar de tu feminismo te mueres por esperar levantada con la cena a tu principe (eso sí, porque a ti te da la gana)... En fin, que si fueramos del todo felices, si fuera todo como un cuento de hadas, ¿de qué hablaríamos en el café? ¿Qué oportunidad tendrían los cuentistas profesionales?